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dolescencia etimológicamente provine del latín adolescere que significa desenrollar algo se encuentra enrollado, desarrollarse, crecer.
El desafío esencial de todo adolescente consiste en crecer, es un proceso constante y permanente de construcción y deconstrucción, en la búsqueda de una identidad. Lo nuevo que emerge, se asienta sobre construcciones precedentes que le dan soporte. Entendida así la identidad es un proceso de permanente cambio en la interacción y vínculo con otros.
El ¿quién soy? es una interrogante que se formula todo adolecente y se juega en relación al otro, como a uno mismo. En esta búsqueda es donde el adolescente se plantea lo que quiere ser, su proyecto de vida.
En esta etapa de la vida los adolescentes se encuentran abocados a la búsqueda de la identidad, de independencia y a una nueva imagen de sí mismos. Búsqueda constante que entrevemos a través de conductas variables, cambios en los estado de ánimo y en la propia apariencia, (modos de vestir, peinarse, etc).
En esta etapa es donde cobran importancia para el adolecente un elemento fundamental en el desarrollo de la personalidad como son los valores.
En esta etapa el adolescente va construyendo sus propios valores de la conjunción de valores sociales – institucionales y familiares.
En el plano cognitivo el desarrollo del pensamiento lógico formal que adquiere el adolescente, le permite aplicarlos a su vida personal, comprender e interiorizar valores sociales que le va a permitir planificar su futuro y realizar una elección vocacional.
Es a partir de la relación entre los valores sociales-institucionales concebidos en un momento dado y a través de los valores parentales, de la síntesis de ambos es que el adolescente, construirá su propio proyecto. Síntesis porque ambas vertientes se conjugan produciendo transformaciones, que por un lado unifica la personalidad y permite el reconocimiento por los otros, lo que produce justamente la creación del sentimiento de uno mismo. Así el adolescente va cambiando, se va integrando con las concepciones que acerca de él mismo tienen muchas personas, grupos e instituciones y va construyendo sus propios valores.
De lo anteriormente dicho se desprende la importancia que adquiere un contexto social institucional, en que el adolecente está inserto, que actúe en este proceso en un sentido adaptativo y crítico, donde se establezcan límites y valores con carácter habilitador. Recordemos que el conflicto predominante en la adolescencia es de dependencia-independencia y la falta de límites es vivido como abandono ya que éstos resultan imprescindibles para crecer.
En relación al desarrollo de la personalidad y al aprendizaje adquieren importancia en el adolescente los procesos de comunicación.
El trabajo grupal en relación a los procesos de comunicación se fundamenta en múltiples direccionalidades, y en ese sentido apunta a trabajar los procesos de comunicación del adolescente con sus pares y con las figuras que actúan como modelos identificatorios en esa etapa de la vida, (profesores, padres, etc.) contribuyendo de este modo al diálogo intergeneracional, así como los procesos de comunicación internos, constitutivos últimos de la personalidad.
Es a través del lenguaje que construimos la realidad y es a través de él que damos cuenta de nuestras necesidades, deseos, temores y confusiones. En ese sentido en los mensajes que emitimos somos nosotros mismos inscriptos en el proceso de comunicación. El lenguaje es a la vez el rasgo personal, la voz, el gesto, el estilo de su discurso o el rubor ante la mirada de los otros. Es la marca personal, el estilo de cada uno puesto en juego en el intercambio concreto. En ese sentido entendemos la comunicación como un proceso amplio y complejo en el que se conjugan las comunicaciones verbales, y no verbales, y los procesos de interacción internos y externos.
La incomunicación, característica general de nuestra época adquiere en el adolecente características particulares, donde muchas veces el joven se siente solo a pesar de mantenerse en contacto con otras personas, este aspecto es producido por la falta de auténticos vínculos afectivos. De este modo es que el adolescente vive una desesperada búsqueda de compañía pero no logra encontrar verdadera comunicación. En ese sentido apuntamos a vínculos entendidos como estructuras complejas donde se conjuguen los distintos modos de sentir, de pensar, de mutuo interrelacionamiento con procesos de comunicación y aprendizaje.