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Une o separa a la pareja?
Muchas parejas optan hoy día por dormir en camas separadas ¿cómo incide esto en la vida de la pareja?
Es indudable que desde el punto de vista de la salud física dormir en camas separadas beneficia a cada uno de los miembros de la pareja. Evita ronquidos indeseados, temperaturas térmicas disímiles, movimientos que pueden resultar molestos para alguno de los miembros de la pareja y hasta algunas indeseadas flatulencias que pueden aparecer en la noche tras una pesada comida o un malestar estomacal…
Bien es sabido que un descanso reparador evita múltiples enfermedades físicas y disminuye los niveles de estrés.
Sin embargo, para algunos, el dormir en camas separadas, disminuye el romanticismo, la intimidad y espontaneidad sexual que puede darse entre dos personas que comparten el lecho matrimonial. Otros argumentan que el momento de compartir la cama, es la mejor ocasión del día para la comunicación de la pareja.
El compartir el lecho matrimonial se impuso en las sociedades luego de la revolución industrial, por una cuestión de espacios limitados, en épocas anteriores, las parejas dormían en camas separadas, incluso en habitaciones separadas, los que hoy nos parece un hecho antinatural era lo normal y natural en otras épocas.
Hoy día parece haber un retorno a viejas épocas, cada vez más son las parejas que optan por dormir en camas separadas. ¿Será esta elección producto de un mayor individualismo? o por el contrario, ¿el dormir en camas separadas beneficia la relación de pareja?
Si bien el motivo por el cual las parejas comenzaron a compartir la cama, está vinculado a un tema económico y social (los limitados espacios disponibles), en la época moderna, se naturalizó el hecho de compartir la cama y es visto como un hecho que forma parte de la vida en pareja, sin lugar, a ningún tipo de cuestionamiento ni objeción de ninguna de las dos partes.
La naturalización del compartir el lecho, fue más que una elección, una imposición social o cultural, es decir en nuestras sociedades occidentales resulta natural el hecho que las parejas que decidan vivir juntas compartan también la cama. Rara vez podía cuestionarse esta conducta que ya venía “dada” o “naturalizada”, las parejas compraban la cama doble, sin charlas previas, ni cuestionamientos.
El compartir la cama, desde el punto de vista social, es visto como algo natural, que forma parte de la vida de la pareja, pero desde el punto de vista del imaginario social, no es algo caprichoso, tiene sus fundamentos. La cama matrimonial ha sido invadida de diversos discursos y connotaciones “es un espacio para el romanticismo”, “el espacio de intimidad de la pareja por excelencia”, hasta algún dicho de jerga popular lo vincula “al lugar donde se solucionan los problemas de pareja”. De esta manera la cama de la pareja es mucho más que un lugar de descanso de sus miembros, ha sido cargada de fuertes connotaciones que parten del imaginario social y se fueron reafirmando a través del tiempo.
Sin embargo, en la actualidad, son cada vez más las parejas que han dejado de sentir la cama de pareja como una imposición social con todas sus connotaciones y comenzaron a elegir.
Esta nueva tendencia a dormir en camas separadas, implica una elección más que una imposición social o cultural, donde ambos miembros de la pareja optan por un estilo de vida diferente en lo que refiere al descanso y la vida de pareja.
Más allá de los beneficios físicos y mentales, el dormir en camas separadas, brinda un espacio propio a cada uno de los miembros, un espacio para la reflexión personal, una mayor libertad y autonomía, sin que ello signifique el dejar de compartir intimidad como pareja, ya que la cercanía física, es elegida por ambos en el momento en que el deseo y la necesidad del otro despierte y produzca el encuentro.
Visto de esta manera, el dormir en camas separadas contrariamente a ser sinónimo de problemas de pareja o una mala relación, produce la reafirmación de la pareja, en la búsqueda y elección del otro en función de las necesidades y deseos compartidos.